FALLOS Y MODOS DE FALLO

Un fallo es la incapacidad de un ítem para cumplir alguna de sus funciones. Por ello, si se realiza correctamente la fase anterior, la identificación de las funciones específicas y generales, es muy fácil determinar los fallos. Un fallo es pues la antifunción, la falta de cumplimiento de una especificación técnica o de una de sus funciones generales.

Este artículo es un extracto de la Guía 4: Guía para la implantación de RCM3 en instalaciones.

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Un fallo es la incapacidad de un ítem para cumplir alguna de sus funciones. Por ello, si se realiza correctamente la fase anterior, la identificación de las funciones específicas y generales, es muy fácil determinar los fallos. Un fallo es pues la antifunción, la falta de cumplimiento de una especificación técnica o de una de sus funciones generales.

Los fallos a su vez pueden ser de varios tipos. Pueden ser fallos totales, en los que la función se pierde totalmente (el ítem no funciona en absoluto) o fallos parciales, en los que el ítem en estudio funciona pero no alcanza su especificación. La importancia de distinguir uno y otro caso reside en que al analizar los modos de fallo o causas, y al analizar la gravedad de estos fallos, puede haber diferencias entre que el fallo sea total o que sea parcial.

Los fallos son una consecuencia. Lo importante en RCM no es identificar la consecuencia, que es el fallo, sino sus causas, para analizar posteriormente la gravedad de esta consecuencia la probobilidad de que se produzca y la facilidad para su detección, y de acuerdo con ello, adoptar medidas preventivas que eviten las causas que provocan los fallos. Por desgracia, la metodología utilizó la palabra ’modo de fallo’ para referirse las causas de los fallos, haciendo que el término, que sería perfectamente intuitivo si se hubiera utilizado la palabra ’causa’, genere dudas sobre su significado.

Los modos de fallo no son otra cosa pues que las diversas causas que generan los fallos. Una especificación está asociada a una sola función, y una función está relacionada con uno, dos o a lo sumo tres fallos. Pero cada modo de fallo puede tener múltiples causas, incluso más de 200, lo que complica la aplicación de la metodología RCM.3 Pero esta complicación no tiene nada que ver con la metodología: es que las causas de los fallos pueden ser múltiples.

RCM3 parte de un concepto sencillo: solo identificando todas las posibles causas potenciales de un fallo y tomando las medidas preventivas adecuadas se evita éste.

La parte central de RCM3 consiste en identificar los modos de fallo, como paso previo para el objetivo final: adoptar medidas preventivas que eviten las causas aparezcan y se materialice en forma de avería.

Un fallo puede tener múltiples causas, aunque éstas pueden clasificarse en los siguientes grandes grupos:

  • Causas relacionadas con el diseño.
  • Causas relacionadas con el montaje.
  • Causas relacionadas con la forma de operar el equipo
  • Causas relacionadas con los mantenimientos que se efectúan en él.
  • Causas relacionadas con los suministros que requiere.
  • Causas relacionadas con sus componentes internos.
  • Causas relacionadas con factores ambientales.
  • Causas relacionadas con otros equipos, que provocan un fallo consecuencial.

Desglosadas las causas en todas las posibles, resulta que para un equipo muy complejo puede haber más de 250 causas distintas que pueden provocar un fallo. El trabajo laborioso consiste en, una vez identificados los fallos (lo que es fácil si se han descrito bien las especificaciones y se han definido bien las funciones generales del ítem) para cada fallo hay que comprobar cuáles de esas más de 250 causas pueden estar detrás del fallo producido, pueden causar precisamente ese fallo. Fallo por fallo hay que comprobar si esa lista tan amplia de más de 250 causas tienen relación con el fallo o no.

Aún se complica un poco más, Cada modo de fallo puede considerarse un fallo en sí mismo, que por tanto, puede estar provocado por diferentes causas. Para cada modo de fallo, hay que comprobar además cuales son las causas que lo provocan, determinando de esta manera lo que se conoce como modos de fallo de segundo nivel, es decir, modos de fallo que provocan modos de fallo. Y puede continuarse mucho más, hasta incluso llegar a los modos de fallo de quinto nivel. El problema es que cuando se baja un nivel en la determinación de los modos de fallo se multiplica el trabajo por mucho. Por eso, muchas organizaciones analizan tan solo los modos de fallo de primer nivel, y como mucho, los modos de fallo de segundo nivel. Intentar descender más es prácticamente imposible para casi cualquier organización, excepto para aquellas que cuentan con grandes recursos. Estas organizaciones pertenecen a sectores en los que la seguridad está en juego, y que además cuentan con grandes presupuestos: el mundo aeronáutico o el mundo nuclear son dos ejemplos claros de ello, que pueden permitirse bajar hasta el quinto nivel sin problemas.

Nadie ha dicho nunca que la aplicación de la metodología RCM3 sea sencilla o rápida. El principal obstáculo y lo que hace que su aplicación requiera cierto tiempo es precisamente la determinación de los modos de fallo, y siendo éste el principal inconveniente, es precisamente lo que le da la potencia a esta metodología: permite identificar todos los modos de fallo potenciales de una instalación.

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